
En esta oportunidad no escribiré de política o de la coyuntura actual; hoy tengo ganas de escribir de algo básico en la vida, y a la vez algo que no solemos buscar con mucha intensidad: La libertad.
Pero no hablo de una libertad física que permite a nuestro cuerpecito andar suelto por ahí, o del famoso deseo juvenil de hacer lo que me plazca... esta libertad de la que hablo, cuya necesidad recién descubrí en mi vida es algo más profundo, más íntimo y personal. Este tipo de libertad no se ejerce en relación a otros u otras, se ejerce en ralación a nosotros mismos.
Puede entenderse también como "plenitud", pero a mí me gusta llamarla libertad porque la siento como una herramienta poderosa para alcanzar la plenitud; es decir, una es requsito para la otra (digo, esta libertad es requisito para la plenitud).
¿Maravilloso, no? pero, ¿de qué trata? Pues bien, consiste el acto magnánimo de no hacernos esclavos de nosotros mismos, renunciar a ser nuestros propios tiranos y no atar nuestra mente, nuestras emociones ni nuestro espíritu. Se trata de ser "dueño de uno mismo" y no "tirano de uno mismo".
El ejercicio libertador presupone que existe una exclavitud. Es un ejercicio duro y derrepente complicado, implica identificar las ataduras creadas por uno mismo, sus orígenes, un análisis fino de la propia persona y de las consecuencias actuales de esas ataduras. ¿Esto cómo me está frenando en la consecución de mis proyectos? ¿Qué ideas o estructuras mentales tengo que modificar para liberarme de estas ataduras?
Como digimos pueden ser ataduras mentales: yo no puedo, tengo miedo, no soy capaz, no tengo ganas, tengo pereza; emocionales, a fin de decidir por fin amarte a tí misma/o incondicionalmente y demostratlo, arrancar por fin la honda necesidad de depender emocionalmente de una pareja o de un referente afectivo (aunque no te vuelva a ver)a un cuando no lo necesites y solo trates de llenar algún vacío que no conoces porque no has tenido la valentía de entrar en tí misma/o, o bien separarte de esa relación que es autodestructiva. Y las ataduras espirituales que no te permiten estar en paz contigo misma/o, erradicar por fin la tristeza y la amargura que se han pegado como costra a tu personalidad, desarrollar la capacidad de sentir tu propio espíritu y decidirte y trabajar, por fin, de una vez por todas, para tener una relación fuerte y profunda con el Dios del amor que te ha dado la vida y quiere que seas inmensamente feliz y LIBRE.
Finalmente, la libertad genera plenitud, debemos darnos cuenta que solo tenemos esta vida para hacer todo lo que queremos hacer y para ser todo lo que queremos ser.
1 comentario:
Vaya! Qué interesante la perspectiva introspectiva que muestras de la libertad, realmente muy pocas se piensa que la "esclavitud" inicia en uno mismo... Quizá no estén explícitamente vinculados, pero tus reflexiones me recordaron dos grandes aportes de la espiritualidad que profeso (la ignaciana): "trabajar como si el resultado dependiera de uno, pero sabiendo que siempre depende de Dios", lo que permite vivir "la osadía de dejarse llevar por Él". Comparto tu idea que la libertad que vivimos está vinculada a nuestra relación con Dios.
Saludos
Manuel E.
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