martes, 20 de octubre de 2009

Dos poemas con Corazón de Mujer

En esta oportunidad deseo compartir con ustedes dos poemas preciosos, de la nicaragüense Gioconda Belli, que reflejan en más de una dimensión el ser de nosotras, las mujeres: nuestra pasión, compromiso, nuestra belleza, nuestra esencia. Disfrútenlos y agradezco a Camila Pinaud por recordarme la existencia de estas dos exquisitas piezas de la poesía centroamericana.


Amo a los hombres y les canto.

-Gioconda Belli

Amo a los jóvenes
desafiantes jinetes del aire,
pobladores de pasillos en las Universidades,
rebeldes, inconformes, planeadores de mundos diferentes.
Amo a los obreros,
esos sudorosos gigantes morenos
que salen de madrugada a construir ciudades.
Amo a los carpinteros
que reconocen a la madera como a su mujer
y saben hacerla a su modo.

Amo a los campesinos
que no tienen más tractor que su brazo
que rompen el vientre de la tierra y la poseen.
Amo, compasiva y tristemente, a los complicados
hombres de negocios
que han convertido su hombría en una sanguinaria
máquina de sumar
y han dejado los pensamientos más profundos, los
sentimientos más nobles
por cálculos y métodos de explotación.

Amo a los poetas -bellos ángeles lanzallamas-
que inventan nuevos mundos desde la palabra
y que dan a la risa y al vino su justa y proverbial importancia.
que conocen la trascendencia de una conversación
tranquila bajo los árboles,
a esos poetas vitales que sufren las lágrimas y van
y dejan todo y mueren
para que nazcan hombres con la frente alta.

Amo a los pintores -hombres colores-
que guardan su hermosura para nuestros ojos
y a los que pintan el horror y el hambre
para que no se nos olvide.

Amo a los solitarios pensadores
los que existen más allá del amor y de la comprensión sencilla
los que se hunden en titánicas averiguaciones
y se atormentan día y noche ante lo absurdo de las respuestas.

A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana,
con un amor que es más grande que yo toda,
que me supera y me envuelve como un océano
donde todo el misterio se resuelve en espuma…

Amo a las mujeres desde su piel que es la mía.
A la que se rebela y forcejea con la pluma y la voz desenvainadas,
a la que se levanta de noche a ver a su hijo que llora,
a la que llora por un niño que se ha dormido para siempre,
a la que lucha enardecida en las montañas,
a la que trabaja -mal pagada- en la ciudad,
a la que gorda y contenta canta cuando echa tortillas
en la pancita caliente del comal,
a la que camina con el peso de un ser en su vientre
enorme y fecundo.

A todas las amo y me felicito por ser de su especie.
Me felicito por estar con hombres y mujeres
aquí bajo este cielo, sobre esta tierra tropical y fértil,
ondulante y cubierta de hierba.

Me felicito por ser y por haber nacido,
por mis pulmones que me llevan y me traen el aire,
porque cuando respiro siento que el mundo todo entra en mí
y sale con algo mío,
por estos poemas que escribo y lanzo al viento
para alegría de los pájaros,
por todo lo que soy y rompe el aire a mi paso,
por las flores que se mecen en los caminos
y los pensamientos que, desenfrenados, alborotan en las cabezas,
por los llantos y las rebeliones.

Me felicito porque soy parte de una nueva época
porque he comprendido la importancia que tiene mi existencia,
la importancia que tiene tu existencia, la de todos,
la vitalidad de mi mano unida a otras manos,
de mi canto unido a otros cantos.

Porque he comprendido mi misión de ser creador,
de alfarera de mi tiempo que es el tiempo nuestro,
quiero irme a la calle y a los campos,
a las mansiones y a las chozas
a sacudir a los tibios y haraganes,
a los que reniegan de la vida y de los malos negocios,
a los que dejan de ver el sol para cuadrar balances,
a los incrédulos, a los desamparados, a los que han
perdido la esperanza,
a los que ríen y cantan y hablan con optimismo;
quiero traerlos a todos hacia la madrugada,
traerlos a ver la vida que pasa
con una hermosura dolorosa y desafiante,
la vida que nos espera detrás de cada atardecer
-último testimonio de un día que se va para siempre,
que sale del tiempo y que nunca volverá a repetirse-.
Quiero atraer a todos hacia el abrazo de una alegría que comienza,
de un Universo que espera que rompamos sus puertas
con la energía de nuestra marcha incontenible.

Quiero llevaros a recorrer los caminos
por donde avanza -inexorable- la Historia.

Porque los amo quiero llevarlos de frente a la nueva mañana,
mañana lavada de pesar que habremos construido todos.

Vámonos y que nadie se quede a la zaga,
que nadie perezoso, amedrentado, tibio, habite la faz de la tierra
para que este amor tenga la fuerza de los terremotos,
de los maremotos,
de los ciclones, de los huracanes
y todo lo que nos aprisione vuele convertido en desecho
mientras hombres y mujeres nuevos
van naciendo erguidos
luminosos
como volcanes…

Vámonos
Vámonos
Vámonoooos!!!


Y Dios me hizo Mujer.
-Gioconda Belli

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

jueves, 8 de octubre de 2009

La Amistad es un Tesoro, un gran tesoro


Sirácides 6, 14 - 17

Un amigo fiel es un refugio seguro: el que lo encuentra ha encontrado un tesoro.

Un amigo fiel no tiene precio, no hay manera de estimar su valor.

Un amigo fiel es un bálsamo de vida,que encuentran los que temen al Señor.

El que teme al Señor encamina bien su amistad, porque como es él, así también será su amigo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

El Valor de la Libertad



En esta oportunidad no escribiré de política o de la coyuntura actual; hoy tengo ganas de escribir de algo básico en la vida, y a la vez algo que no solemos buscar con mucha intensidad: La libertad.

Pero no hablo de una libertad física que permite a nuestro cuerpecito andar suelto por ahí, o del famoso deseo juvenil de hacer lo que me plazca... esta libertad de la que hablo, cuya necesidad recién descubrí en mi vida es algo más profundo, más íntimo y personal. Este tipo de libertad no se ejerce en relación a otros u otras, se ejerce en ralación a nosotros mismos.

Puede entenderse también como "plenitud", pero a mí me gusta llamarla libertad porque la siento como una herramienta poderosa para alcanzar la plenitud; es decir, una es requsito para la otra (digo, esta libertad es requisito para la plenitud).

¿Maravilloso, no? pero, ¿de qué trata? Pues bien, consiste el acto magnánimo de no hacernos esclavos de nosotros mismos, renunciar a ser nuestros propios tiranos y no atar nuestra mente, nuestras emociones ni nuestro espíritu. Se trata de ser "dueño de uno mismo" y no "tirano de uno mismo".

El ejercicio libertador presupone que existe una exclavitud. Es un ejercicio duro y derrepente complicado, implica identificar las ataduras creadas por uno mismo, sus orígenes, un análisis fino de la propia persona y de las consecuencias actuales de esas ataduras. ¿Esto cómo me está frenando en la consecución de mis proyectos? ¿Qué ideas o estructuras mentales tengo que modificar para liberarme de estas ataduras?

Como digimos pueden ser ataduras mentales: yo no puedo, tengo miedo, no soy capaz, no tengo ganas, tengo pereza; emocionales, a fin de decidir por fin amarte a tí misma/o incondicionalmente y demostratlo, arrancar por fin la honda necesidad de depender emocionalmente de una pareja o de un referente afectivo (aunque no te vuelva a ver)a un cuando no lo necesites y solo trates de llenar algún vacío que no conoces porque no has tenido la valentía de entrar en tí misma/o, o bien separarte de esa relación que es autodestructiva. Y las ataduras espirituales que no te permiten estar en paz contigo misma/o, erradicar por fin la tristeza y la amargura que se han pegado como costra a tu personalidad, desarrollar la capacidad de sentir tu propio espíritu y decidirte y trabajar, por fin, de una vez por todas, para tener una relación fuerte y profunda con el Dios del amor que te ha dado la vida y quiere que seas inmensamente feliz y LIBRE.

Finalmente, la libertad genera plenitud, debemos darnos cuenta que solo tenemos esta vida para hacer todo lo que queremos hacer y para ser todo lo que queremos ser.

jueves, 4 de junio de 2009

Estado, Ciudadanía y Soberanía Popular


El Estado es una necesidad racional, universal e inherente del ser humano; se entiende como la forma de organización política que adoptan las personas en función de su naturaleza racional y social con el fin de que les sean garantizados sus derechos fundamentales y para poder autorrealizarse y progresar como individuos y como civilización.

El ente que se constituye, al que se le llama Estado, goza de una característica esencial: la soberanía, la cual ejerce en representación de todos los ciudadanos que lo conforman. La soberanía del Estado es la prerrogativa que tiene éste de autodeterminarse, de darse sus leyes y de someterse libremente a éstas, de determinar las políticas que se adoptarán para el desarrollo de la vida social, de adquirir obligaciones y reclamar derechos; sin que interfiera otra voluntad más que la propia.

El Estado entonces, no debe responder únicamente a una primitiva necesidad de supervivencia, como lo ha formulado Hobbes en su modelo de estado de naturaleza; sino que es su fin responder a una necesidad más trascendente del ser humano que es vivir plenamente y según la razón. De la característica fundamental del Estado, que es la soberanía, derivan dos aspectos elementales, sin los cuales éste pierde legitimidad: el deber de garantizar la protección, fomento y respeto de los Derechos Humanos; y la potestad de emitir leyes justas y en función del bien común.

El deber ético del Estado, es pues, ser soberano, porque sólo así será posible que cumpla los fines para los que fue creado; además hay que afirmar que el Estado es la única vía de realización de la Justicia, que es posible a través del cumplimiento de su deber ético de ser soberano, porque sólo por medio del ejercicio soberano del poder, las leyes que se formulen tenderán cada vez más a la consecución de la Justicia en la sociedad. Por esto es necesario que el pueblo se autolegisle, determinado la forma en la que será administrado el poder y la cosa pública.

Por ello en el Estado, ni los gobernantes ni los ciudadanos, deben confundir el Derecho con las Leyes, y menos aún identificar las Leyes con la Justicia o pensar que las Leyes, por el simple hecho de serlo, son justas; ya que en el devenir dialéctico de la historia las Leyes necesariamente deben avanzar, superarse, evolucionar, deben acercarse cada vez más a la Justicia. Hay que rechazar la visión de que la ley es un fin en sí mismo y es necesario retornar el principio que afirma que la ley se ha hecho para la persona y no la persona para la ley; y al parafrasearla también cabe decir que el Estado es creado para la persona y no la persona para el Estado.

Podemos ver en nuestro medio como algunos gobernantes pretenden que el cumplimiento exacto de la ley, muchas veces leyes injustas e inconstitucionales, prevalezca sobre los derechos fundamentales, así como se pretende que las leyes del mercado prevalezcan sobre las necesidades humanas básicas, y que el interés particular de unos cuantos prevalezca sobre el interés general de la mayoría; generándose en todas estas circunstancias situaciones de injusticia que se alejan, por mucho, a los principios racionales del ser humano.

El artículo 83 de nuestra Constitución dice que “El Salvador es un Estado soberano” vemos como nuestro Estado tiene un ideal deontológico ético, pero es necesario profundizar más; luego dice que “la soberanía reside e el pueblo”. Por lo tanto el deber ético del Estado es ser soberano y el deber ético de los ciudadanos es ejercer la soberanía que en ellos reside.

Esto se traduce en que la soberanía del Estado salvadoreño reside en el pueblo salvadoreño, no en los gobernantes, o en los partidos políticos, y menos aún en los gobernantes de Estados extranjeros o de Organismos Internacionales; por eso es tan grave que por medio de Tratados, que son Ley de la República, nuestros representantes le cedan nuestra soberanía a estas entidades, favoreciendo, en detrimento de la libertad, salud, educación, etc. de nuestro pueblo; los intereses de los poderosos de la Tierra.

Para la realización de este fin es ético y es necesario que el ciudadano participe activamente en el Estado, en la toma de decisiones fundamentales, en el control de las actuaciones de los funcionarios públicos, en la defensa de sus legítimos intereses; pero no sólo individualmente o por medio de las elecciones que se realizan cada tres o cinco años, sino diariamente, de forma organizada, para lo cual se necesita que cada persona salga del individualismo y egoísmo que el sistema fomenta; ya que la falta de conciencia social es una de las grandes limitantes al ejercicio de la soberanía popular, porque encierra al ciudadano dentro de sí mismo o de su grupo reducido, de sus intereses particulares, dejando por fuera las grandes necesidades de toda la sociedad o de los grupos mayoritarios de ésta.

Para el ejercicio de la soberanía popular es indispensable pues, en primer lugar un fuerte sentido de pertenencia al Estado, de civismo, de conciencia de ser una colectividad que detenta el poder, para luego organizarse, ejercer la ciudadanía más allá de los formalismos, entrando en cuestiones verdaderamente de fondo y hacer valer su voluntad, que al fin de cuentas es la voluntad misma del Estado.

De lo anterior se puede deducir que para que el Estado sea soberano debe ser democrático, pero esta democracia debe entenderse en un sentido amplio. No se puede considerar democracia el simple hecho de elegir el partido al cual pertenecen los que nos gobernarán, y subrayo esto, en muchos de los casos no elegimos ni siquiera a quien nos gobernará, sino al partido al cual esta persona pertenece sin saber con certidumbre quién será el gobernante. No es democracia ejercer el sufragio cada tres o cinco años, en el mejor de los casos, cuando se va a votar; tampoco es democracia que los partidos políticos negocien y se regateen las decisiones sobre temas de peso en la vida nacional, o la sistemática aprobación de leyes inconsultas.

La democracia, entendida como el gobierno en el cual el poder lo tiene el pueblo, es el modelo en el que éste, a través de verdaderos y legítimos representantes de sus intereses, se da sus leyes a las cuales se somete libremente. La democracia implica entonces un Estado donde las necesidades básicas de todos y cada uno son cubiertas, porque las leyes, que son el único lenguaje del Estado, son dictadas de forma racional, en función del bien común, y que procuran una vida digna y plena a los ciudadanos. Ya hemos dicho que si el Estado no cumple con su potestad de dictar leyes cada vez más justas y orientadas al bien común, sino que los gobernantes desvían el poder que se les ha otorgado para dictar leyes que sólo favorezcan a unos cuantos, ese Estado no es legítimo, ni es soberano.

Una ciudadanía fuerte, unida, informada tiene el poder suficiente para ejercer la presión necesaria para que las leyes no le sean impuestas, y tener que aceptarlas sin más, excluyéndose toda posibilidad de analizarlas, cuestionarlas, reformarlas, aceptarlas o rechazarlas. En nuestro país, tristemente, el pueblo no ha desarrollado esa conciencia colectiva, la visión de ciudadanía, ni una visión crítica de la realidad, tampoco hay mucho interés por la participación política ni por ejercer control social sobre las actuaciones de los funcionarios públicos, no se exige transparencia ni rendición de cuentas a los gobernantes, en tanto los cargos que desempeñan les han sido delegados por el poder popular. Es por esto que vemos situaciones como las de los pasados años: de un día para otro despertamos con una nueva moneda, o nos hemos comprometido en un Tratado de Libre Comercio sin analizar sus consecuencias; o por el contrario no se puede hacer mucho para revertir la negativa de adoptar ciertos instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos o de adherirnos a Organismos Internacionales que velen por el cumplimiento de los mismos.

Así pues, el pueblo votó, pero luego de las elecciones, en las decisiones más trascendentales de la vida política, el pueblo no tiene voz ni voto. El pueblo opina, pero no participa, no tiene ni pide tener incidencia (y puede ser que tampoco le interese), y si bien no se cuenta de manera masiva con los mecanismos idóneos para esta participación política, tampoco se exige su creación, y nos conformamos con el argumento de que no hay fondos públicos suficientes para instituirlos, pero no cuestiona los varios millones erogados para costear la publicidad que pretende convencernos de tener un gobierno con sentido humano.

Parece ser que Maquiavelo tenía razón cuando decía que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece” y no es que nuestra gente no se merezca estar regida por un gobierno que les asegure una vida digna y la posibilidad de desarrollo y autorrealización, sino que no sabe cómo darse ese gobierno, no sabe cómo construir ese Estado. Parece ser que tenemos un pueblo “menor de edad” que necesita de su representante legal para tomar las decisiones en apariencia más convenientes, sin tomar en cuenta su voluntad, se administran nuestros bienes, se instituyen modelos económicos, se adquieren obligaciones y se hacen leyes sin consultarnos; así como para un niño pequeño se decide qué cosa comer, qué ropa vestir, a qué hora ir a dormir y qué corte de cabello usar. Nuestro pueblo debe luchar por alcanzar su mayoría de edad, para que el poder que delegamos no lo tome un representante legal, sino un administrador a quien debe pedírsele que rinda cuentas de su gestión.

Para pretender que nuestro pueblo madure y ejerza soberanamente su poder, se le debe garantizar el respeto, protección y promoción de los derechos humanos, pero muy especialmente el derecho a la educación. Para que el pueblo se fortalezca las políticas públicas deben fomentar el desarrollo humano (entendido como un contenido de máximos), no sólo la “seguridad humana” (entendida como un contenido de mínimos), para que cada individuo pueda aspirar a tener una vida cada vez mejor. La persona al tener resueltas sus necesidades básicas (como buena alimentación, vivienda digna, vestimenta, salud, libertad, seguridad) podrá asumir entonces su papel de ciudadano.

Bien sabemos, en ese sentido, que todos los derechos humanos son importantes, sobretodo por ser éstos indivisibles e interdependientes, pero especialmente el derecho a la educación es importante porque es un medio indispensable para realizar otros derechos humanos ya que permite que el individuo tome conciencia de su dignidad como persona, y de su rol en la sociedad; además le capacita para participar plenamente en la comunidad y por consiguiente para ejercer la soberanía popular.

Aunque, es evidente que para que el pueblo reivindique su soberanía es necesario ir conquistando simultáneamente el ejercicio democrático del poder y el respeto protección y promoción de los derechos humanos; y que así como es lógico pensar que alcanzar uno implica alcanzar el otro, también es lógico penar que perder uno significa perder el otro; el pueblo debe, con esperanza, “en el devenir dialéctico de la historia” tomar sus pequeñas conquistas y utilizarlas para hacer conquistas cada vez más importantes y así avanzar; con la mira a construir un Estado en el cual, no sólo formalmente, sino también en la práctica el pueblo sea realmente quien ejerza la soberanía, lo que permitirá que el Estado cumpla su ideal ético, que el modelo que lo rija sea la democracia y que logre cada vez más alcanzar por medio de leyes fundamentadas en la voluntad popular, la consecución de la Justicia.

viernes, 2 de enero de 2009

Año nuevo, Crisis y Cambio de Mentalidad


Termina el año 2008 e inicia el 2009, y según las predicciones de los expertos los meses siguientes no se vislumbran muy alentadores . La ironía es interesante; luego del ímpetu que trae la temporada navideña por adquirir bienes, consumir, salir, comer y beber en exceso; nos espera, como ya dije, la tan llamada "crisis económica" que trae aparejada la crisis financiera, la falta de liquidez y otras situaciones casi apocalipticas que pronostican los entendidos.

Ciertamente los números están hechos y según parece nos tocará apretarnos el cinturón. Pero al margen de la connotación negativa que la palabra "crisis" evoca, los sucesos por venir podrían constituir una oportunidad para examinar a conciencia y con desapego nuestra conducta, nuestras prioridades y el valor que le damos a las cosas y a las personas.

Los rígidos y envolventes patrones de consumo han sido cada vez más marcados, el "tener" se ha impuesto sobre el "ser" y al parecer el bienestar de las personas no es más un elemento fundamental de nuestra sociedad (nacional y global). El mercado y sus leyes predominan sobre el desarrollo humano, las personas han dejado de ser sujetos de derechos para ser agentes de consumo, pasamos de tener dignidad a tener ingresos, claro y si no los tienes no interesas, no existes, eres invisible; invisible como todos los pobres de este mundo.

Pero no todo está perdido, enhorabuena a la crisis económica y mundial si nos obliga a volver la mirada a los pobres, si nos fuerza a dejar de estar obsesionados con la apariencia que nos enmascara y a empezar a obsesionarnos con los valores que nos invisten de humanidad y decencia, de justicia y solidaridad. Ojalá la crisis nos empuje a ver dentro de nosotros mismos y que nos obligue a darnos cuenta que los bienes materiales no tienen sentido si no están en función de la autorealización de la persona humana, utilizados con justicia, equidad y respeto del medio ambiente.

Es duro darnos cuenta que estamos insertos en un sistema estructuralmente injusto, que las riquezas de unos implican las miserias de otros, pero lejos de refugiarnos en las fantasías que nos ofrece la sociedad para no ver o ignorar las realidades que nos rodean, seamos valientes, veámolas de cerca y ante todo, actuemos, y si es en conjunto mejor.

Animémonos pues, a afrontar con entereza y responsabilidad los retos que este nuevo año nos ofrece, centrando nuestros efuerzos en la construcción de la paz, la justicia y el desarrollo.

Recomiendo ampliamente los siguientes enlaces:

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20081208_xlii-world-day-peace_sp.html

http://pc2008.blogspot.com/2007/08/principio-de-solidaridad-en-la.html